El Tuareg nunca muere

Blog, Crónica

«El bar de las conchitas de arroz, el de los huevos duros con el jarrón de vino, el del taca-taca y los juegos electrónicos. El lugar que vio nacer a grandes bandas talquinas y también donde se vivieron momentos de alegría y algarabía viendo algún partido por televisión»

Un año está constituido por trescientos sesenta y cinco días —excepto los bisiestos— y más de ocho mil horas que comienzan el 1 de enero y finalizan el 31 de diciembre. Para la astronomía, es el tiempo que tarda nuestro planeta en dar la vuelta al Sol.  Para Talca, ¿qué son los años sin el Tuareg? La bohemia underground y el rock piducano lleva años de duelo luego de perder el lugar que por casi dos décadas los acogió. El Tuareg Bar se llevó consigo miles de historias y una parte importante de la cultura popular de nuestra ciudad. Evidencia de eso encontramos de sobra.

¿Cómo definimos al Tuareg? Este inolvidable lugar para algunos fue una fauna diversa de personas, el sitio que por excelencia reunía diferentes personalidades, pensamientos e ideologías. En definitiva, el único lugar de Talca donde se podía ser uno mismo, el bar de Talca con historia y cultura, ese espacio de los que nunca tuvieron espacio. Y claro que lo fue. El bar de las conchitas de arroz, el de los huevos duros con el jarrón de vino, el del taca-taca y los juegos electrónicos. El lugar que vio nacer a grandes bandas talquinas y también donde se vivieron momentos de alegría y algarabía viendo algún partido por televisión. El Tuareg desapareció pero, sin lugar a dudas, algo dejó en cada uno de los que lo visitamos.

Gloria León en su casa ubicada en el barrio norte de Talca
(Fotografía: Juan Pablo Albornoz)

Hace unos años, visitamos a la tía Gloria, la recordada dueña del Tuareg, que conversó con nosotros sobre lo que significó Tuareg, sus orígenes, las dificultades, los recuerdos y el inesperado cierre. Gloria está jubilada y es dueña de casa. Arrienda pensiones de vez en cuando a diferentes personas y era hasta ese momento presidenta de un Club de Adulto Mayor. La primera pregunta se hace inevitable: ¿Cuándo vuelve el Tuareg? La tía nos cuenta que en estos últimos años le han hecho muchas veces esa pregunta, pero que no puede reabrir el local ya que lo clausuraron.

Los inicios y la reinvención.

La idea del bar fue de Miguel, su marido, mientras estudiaba Ingeniería en Minas en La Serena. Gloria en esos años se fue un tiempo a España, donde trabajó y juntó dinero para poder concretar el proyecto. El Tuareg comenzó a funcionar el 98 y se ubicó por diez años en la avenida 2 Sur, entre las calles 5 y 6 Oriente. La tía Gloria recuerda que en un mes de funcionamiento ya tenía una clientela fiel. Luego de unos años fallecería su marido y Gloria tuvo que hacerse cargo del local.

Gloria junto a Miguel, fundadores del mítico Tuareg Bar.

Persecución

El éxito de Tuareg está acompañado por una larga historia de persecución policial hacia Gloria, el local y sus visitantes. Nos cuenta que por años vivió hostigamiento y persecución de Carabineros. Recuerda un trágico episodio que se vivió en el local, cuando una noche Carabineros ingresó con mucha violencia y represión a un Tuareg repleto. Ella, desesperada, comenzó a sacar a la gente hacia afuera pero evitar más violencia y un posible nuevo parte. Seguro una de las noches más tristes  de la memoria underground. 

“Yo creo que lo que les molestaba a los Carabineros era que la gente tuviera comunicación, que la gente intercambiara ideas (…) en otros locales no paso eso con la música a todo chancho, no se puede conversar”. Siempre quisieron cerrarlos, nos cuenta.

Esas inolvidables jornadas en Tuareg…
(Fotografía de: Paloma Escalona)

 El snack del Tuareg

Entre los buenos recuerdos que tiene Gloria sobre los años de funcionamiento de Tuareg es cuando los días sábado no había restricción de atención y llegaba a las dos de la tarde. Y es que en el Tuareg no sólo se bebía y compartía, también se comía. Gloria nos cuenta que la gente por las tardes iba por chorrillanas y empanadas que ella misma hacía. Otro emblemático eran las conchas de arroz, que según nos cuenta nació para sortear las reglas de las sanciones al consumo de alcohol en locales con patente de restaurant. Finalmente por temas de higiene se cambiaron las conchitas por el plato con arroz, que más de algún parroquiano probó.

Pero tarde o temprano las cosas llegan a su fin. Es probable que el Tuareg, como otros bares de la ciudad, tampoco habría logrado sobrevivir a la pandemia. Nos queda el recuerdo común de un lugar donde compartían sin problemas santos y profanos.      

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